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Una de las mayores catástrofes ecológicas de Europa, la marea negra que a finales de 2002 provocó en el norte de España y el sur de Francia el naufragio del petrolero Prestige, se ha saldado únicamente por la condena a nueve meses de cárcel por un delito de desobediencia grave al capitán del buque, el griego Apostolos Mangouras. El único condenado, de 78 años, no irá a la cárcel. Nadie pagará además la abultada factura de los daños causados por el derrame de fuel, cifrada por la Fiscalía, en 4.328 millones de euros. Sólo quedará para indemnizaciones los 22 millones de euros de fianza depositados hace 11 años por la aseguradora londinense del barco.
La Audiencia Provincial de A Coruña considera que no hubo imprudencia, ni actuación dolosa, y tampoco responsabilidad penal ni por parte de Mangouras ni del exdirector general de Marina Mercante José Luis López-Sors. Ambos son inocentes de un delito contra el medio ambiente y daños a espacios naturales protegidos, al igual que el jefe de máquinas del petrolero, Nikolaos Argyropoulos. El capitán Mangouras -para el que la fiscalía solicitó 12 años de cárcel- ya cumplió en 2002 tres meses de cárcel preventiva y lleva desde entonces en libertad provisional, había demorado tres horas el remolque del petrolero tras su accidente, “un retraso inaceptable”, dice el tribunal, solo motivado para primar el interés del armador de salvar la carga sobre el riesgo de que se vertiese en la proximidaes del litoral.
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